miércoles, 31 de agosto de 2022

MESIONDENS BILATERAL

Paciente femenina de siete años de edad quien fue referida para estudio de tomografía computarizada de haz cónico por presencia en radiografía panorámica, de imágenes radiopacas en zona anterior del maxilar, sugestivas de dientes supernumerarios (Figura 1). Al examen de reconstrucciones axiales, sagitales, coronales y volumétricas en 3D, se evidenciaron dos dientes supernumerarios (Mesiodens). El diente supernumerario observado en el  lado derecho se encontrava en  evolución intraósea, micródontico, con 1/3  de corona formada, localizado  palatal al tercio apical del diente 51 y el tercio incisal de la corona de la unidad dentaria (UD) 11, el saco pericoronario de aspecto hiperplásico causaba  adelgazamiento de la tabla ósea palatina. El diente supernumerario  ubicado en el lado izquierdo del maxilar, también se evidenció  en evolución intraósea, la corona se localizó apical al diente 61 y tercio incisal de la corona de la UD 21; el saco pericoronario de aspecto hiperplásico, causaba adelgazamiento de la tabla ósea palatina (Figuras 2 y 3). 

Figura 1. Radiografía panorámica donde se observan imágenes radiopacas, de densidad y morfología dentaría, en zona anterior del maxilar, sugestivas de dientes supernumerarios (Flechas).   


Figura 2. Reconstrucciones multiplanares de tomografía computarizada de haz cónico (A. Vista coronal, B. Vista axial y C. Vista sagital), donde se observan imágenes hiperdensas (S1 y S2) de morfología dentaria, en evolución intraósea, palatal a los dientes 11 y 21, el saco pericoronario de aspecto hiperplásico que condiciona el adelgazamiento de la tabla ósea palatina. Las imágenes son compatibles con mesiodens bilateral. 

Figura 3. Reconstrucciones volumétricas de tomografía computarizada de haz cónico (A. Vista frontal, B. Vista lateral derecha y C. Vista lateral izquierda), que ilustran la relación de los dientes supernumerarios con las unidades dentarias adyacentes.

Comentarios 

Los dientes supernumerarios (DS) o hiperodoncia son dientes o estructuras similares a éstos que han entrado en erupción o no, y se encuentran en exceso del número regular de órganos dentarios en un paciente (1-3). Esta anomalía dentaría ocurre más frecuentemente en hombres que en mujeres con una proporción de 2:1, pudiendo ser únicos, múltiples, unilaterales o bilaterales (2). Los DS pueden localizarse en cualquier lugar de los maxilares, pero los sitios más frecuentes son la línea media del maxilar y  la región premolar de la mandíbula (1). La prevalencia de los DS varía entre 0,5 y 3,8 % para la dentición permanente, y entre el 0,35 y el 0,8 % para la dentición primaria (3). 

Los DS causan una amplia gama de complicaciones como apiñamiento dental, interferencia con la erupción normal y la posición de los dientes permanentes adyacentes, apiñamiento, diastemas en la línea media, retraso de la erupción y   desarrollo dental, resorción, dilaceración radicular, rotación, inclinación, necrosis pulpar de los dientes adyacentes, desplazamiento asociado a problemas de maloclusión, interferencia oclusal e incluso formación de quistes dentígeros (2)

La etiología de los DS es desconocida, sin embargo, existen diversas teorías que intentan explicar su desarrollo. La más aceptada es la hiperactividad focal de la lámina dentaria, se cree que durante la evolución del germen dental ocurre la degeneración de ésta, dejando restos en los maxilares, los cuales generan los DS (1-3). Sin embargo, también han sido relacionados con la herencia, tendencia familiar y a factores ambientales (1). 

Los DS se clasifican de acuerdo a su posición. Se denominan “mesiodens” (MD) cuando se localizan entre los incisivos superiores, “premolar” cuando se ubican en la zona premolar, “paramolares” si están en la zona molar y “distomolares” en el caso que se observan distales al tercer molar. En relación a las características morfológicas son divididos en suplementarios, los cuales muestran un aspecto similar a los dientes adyacentes y rudimentarios en cuyo caso el diente presenta anomalías de forma y tamaño, estos últimos pueden ser cónicos, tuberculados o molariformes. Los DS pueden encontrarse erupcionados o incluidos. Los MD  son los DS más frecuentes (2,3) y representan entre el 50-83% de todos DS (1). El MS de forma cónica es el tipo más común, seguido por el tuberculado y suplementario (2). 

La proporción de pacientes con un solo MD es de entre 60 a 78%, pocos pacientes presentan más de dos mesiodens (menos del 30%). En cuanto a la orientación de los MD, la mayoría son de tipo invertido, los cuales representan el 86.2% de los casos (2, 4).

Albert et al. (4) proponen la siguiente clasificación para el MD:

Clase 1: el MD incluido está paralelo o a 0 grados, al patrón de erupción normal de los incisivos centrales superiores. 

Clase 2: el MD incluido está entre 0 a 90 grados, al patrón de erupción normal.

Clase 3: el MD se encuentra perpendicular o 90 grados, al patrón de erupción normal. 

Clase 4: el MD se encuntra en cualquier localización entre los 90 y 180 grados al patrón de erupción normal. 

Clase 5: el MD está invertido o a 180 grados del patrón de erupción normal

Se sospecha la presencia de MD cuando existen patrones asimétricos de erupción en los incisivos centrales superiores, la presencia de incisivos primarios retenidos, especialmente si la retención es asimétrica, o si existe erupción ectópica de uno o ambos incisivos superiores. Los MD pueden asociarse con otras anomalías dentales como dens invaginatus, cúspide en talón, quistes fisurales, fusión y múltiples dientes supernumerarios impactados (2).

La mayoría de los MD no erupcionan y permanecen asintomáticos, su presencia suele diagnosticarse accidentalmente mediante la exploración clínica y en estudios radiológicos convencionales (radiografía panorámica, oclusal o periapical). Actualmente, el uso de la tomografía computarizada de haz cónico ha posibilitado la evaluación precisa de los MD, permitiendo localizarlos y valorar su relación con los dientes y estructuras anatómicas adyacentes (2).

Referencias

(1) Villavicencio J, Hernández J, Medina S. Variaciones clínicas de los mesodientes dobles: revisión y reporte de casos. Rev Fac Odontol Univ Antioq 2015; 27(1): 216-227. DOI: http://dx.doi.org/10.17533/udea.rfo.v27n1a11 

(2) Veras-Hernández MA, Scougall-Vilchos RJ, Robles-Bermeo NL, Lucas-Rincón SE, Casanova-Rosado AJ, Casanova-Rosado JF, et al. Mesiodens: diagnóstico, aspectos clínicos, radiográficos y tratamiento. Revisión bibliográfica. Av Biomed 2018;7(3):166-73.  

(3) Tetay-Salgado S, Arriola-Guillén LE, Ruíz-Mora GA, Aliaga-Del Castillo A, Rodríguez-Cárdenas YA. Prevalence of impacted teeth and supernu- merary teeth by radiographic evaluation in three Latin American coun- tries: A cross-sectional study. J Clin Exp Dent. 2021;13(4):e363-8.

(4) Albert A, Mupparapu M. Cone beam computed tomography review and classification of mesiodens: Report of a case in the nasal fossa and nasal septum. Quintessence Int 2018;49:413–17. 


miércoles, 8 de junio de 2022

TONSILOLITOS

Paciente femenina de 72 años de edad, quien fue referida para evaluación mediante tomografía computarizada de haz cónico (TCHC) previa a la colocación de implantes y por presencia en radiografía panorámica previa, de imágenes radiopacas redondeadas proyectadas en la rama de la mandíbula del lado izquierdo (Figura 1). En la valoración de vistas sagitales, axiales y coronales (Figuras 2-4) y la reconstrucción volumétrica en 3D (Figura 5) se observaron tres masas hiperdensas, de densidad cálcica, bordes definidos y contorno irregular, localizadas en región parafaríngea izquierda, en proximidad a la tabla ósea interna del tercio inferior de la rama mandibular, sugestivas de Tonsilolitos. 



Figura 1. Radiografía panorámica donde se observan imágenes radiopacas redondeadas proyectadas en la rama de la mandíbula del lado izquierdo 



Figura 2. Vistas sagitales  de tomografía computariza de haz cónico, mostrando tres masas hiperdensas redondeadas y de bordes definidos. 



Figura 3. Vistas axiales de tomografía computariza de haz cónico, donde se observan  imágenes hiperdensas  localizadas en espacio parafaríngeo izquierdo (Flechas).  




Figura 4. Vistas coronales  de tomografía computariza de haz cónico, en donde se evidencia la proximidad de las imágenes hiperdensas con la cara interna del tercio inferior de la rama de la mandíbula izquierda. 



Figura 5. Reconstrucciones volumétricas  en 3D de tomografía computarizada de haz cónico, donde se evidencian las masas hiperdensas próximas al tercio inferior de la rama de la mandíbula izquierda. 


Comentarios

Existen tres grupos mayores de tonsilas, a saber, las tonsilas palatinas, faríngeas (Adenoides) y linguales, las cuales están dispuestas en un anillo discontinuo llamado “anillo de Waldeyer”. El tejido linfoide localizado entre el pliegue palatogloso (pilar tonsilar anterior) y el palatofaríngeo (pilar tonsilar posterior) forma la tonsila palatina, la cual está separada de la musculatura faríngea adyacente por una cápsula fibrosa gruesa (1).

Los tonsilolitos (TS), también conocidos como concreciones tonsilares, son calcificaciones presentes en las criptas tonsilares o adenoideas (1-3). Dichas calcificaciones son el resultado del depósito de calcio en células descamadas, crecimiento bacteriano y presencia de desechos orgánicos (3). Estos depósitos calcificados pueden contener hidroxiapatita o carbonato de apatita, oxalato, sales de magnesio (2) y ocasionalmente, sales de amonio. Usualmente los TS se observan de forma unilateral, pero pueden ser múltiples o bilaterales (3). La mayoría de los TS se localizan en el tejido tonsilar (69,7%), también se encuentran en la fosa tonsilar (21,2%) y la tonsila palatina (9%) (2). Son observados con frecuencia entre los 10 y 77 años de edad, con una edad promedio de 50 años, sin predilección por sexo (3). 

Los TS pequeños pueden ser asintomáticos e identificados incidentalmente en radiografías panorámicas de rutina (1). Sin embargo, su presencia ha sido asociada a tos, dolor de garganta, halitosis, mal sabor, inflamación en la fosa tonsilar, disfagia, odinofagia, otalgia, absceso peritonsilar o sensación de cuerpo extraño en el cuello (1-3). Frecuentemente, los TS tiene una consistencia dura y muestran distintas formas y colores, su tamaño varía desde 1 mm a varios centímetros, con un peso de 0,56 a 42 g (1). 

La etiología de los TS es controversial. Se cree que la inflamación crónica de las tonsilas resulta en la calcificación distrófica de las criptas en las tonsilas palatinas (3). Se ha sugerido que los TS se desarrollan como resultado de la estasis salival en los ductos eferentes de las glándulas salivares accesorias, secundaria a la obstrucción mecánica que ocurre después de la cicatrización post-tonsilectomia o una inflamación crónica (2). De manera que los TS se forman dentro de una masa de epitelio descamado, suero, restos alimenticios y colonias bacterianas (1,2).

El diagnóstico de los TS puede realizarse a través de su presentación clínica, el examen físico o estudios por imagen. El aumento de tamaño y el endurecimiento de las tonsilas son hallazgos típicos durante la evaluación física (2). En las radiografías panorámicas, los TS se observan como radiopacidades únicas o múltiples proyectadas con la rama de la mandíbula (1,2). La sobreposición de los tejidos blandos y duros en el área dificultan determinar si las calcificaciones se encuentran en el tejido blando o se trata de una lesión central. En imágenes de tomografía computarizada se evidencian como calcificaciones ovoides o clústeres múltiples con apariencia de “granos de arroz" superficiales al espacio orofaríngeo (1). 

El diagnóstico diferencial de los TS incluye odontomas, osteomas, flebolitos, calcificaciones de nódulos linfáticos, granulomas calcificados, infecciones fúngicas profundas, cuerpos extraños, ateroesclerosis de la arteria carótida, calcificación del ligamento estilohioideo, hueso o cartílago de origen embrionario y calcificación distrófica de cicatrices de acné (1-3). Aunque la relación de la calcificación con la rama mandibular valorada en una radiografía panorámica es útil para establecer una hipótesis diagnóstica (1), el estudio volumétrico por imagen, en una tomografía computarizada multicorte o de haz cónico, proporciona información precisa de su localización y relación con las estructuras adyacentes, lo que permite la selección de las entidades más probables, siendo definitivo el diagnóstico a través de un examen histopatológico (1,2).

Los TS de gran tamaño, aunque asintomátiocos, deben ser removidos debido a su asociación con episodios recurrentes de tonsilolitis. La compresión manual, curetaje o una incisión simple son usualmente exitosos. La remoción de TS pequeños y múltiples solo es lograda mediante una tonsilectomia bilateral (2). 

REFERENCIAS 

(1) Kajan ZD, Sigaroudi AK, Mohebbi M. Prevalence and patterns of palatine and adenoid tonsilloliths in cone-beam computed tomography images of an Iranian population. Dent Res J 2016;13:315-21. 

(2) Mısırlıoglu M, Nalcaci R, Adisen MZ, Yardımcı S. Bilateral and pseudobilateral tonsilloliths: Three dimensional imaging with cone-beam computed tomography. Imaging Sci Dent. 2013;43(3):163-9. doi:10.5624/isd.2013.43.3.163

(3) Singh P, Patil PM, Sawhney H, Patil SP, Mishra M. Giant tonsillolith: A rare oropharyngeal entity. Oral Maxillofac Surg Cases. 2019;5(4):100133.

sábado, 16 de abril de 2022

CONCHA BULLOSA

La cavidad nasal está divida en dos compartimientos laterales por un tabique central, cuyas paredes están formadas por los cornetes superiores, medio e inferior. El espacio inferior al cornete representa la vía aérea de la cavidad y es denominado “meato” (1).  Los cornetes superiores y medios forman parte del hueso etmoides; los inferiores constituyen por sí mismos, un hueso separado, se articulan con los huesos etmoides, palatino y lacrimal, creando la pared medial del meato inferior. Los cornetes son estructuras importantes para mantener las funciones nasales, incluyendo la humidificación, filtración, lubricación y termorregulación del aire inhalado por la nariz desde su pared lateral (2). 

Las estructuras nasales pueden ser afectadas por distintas variaciones anatómicas, tales como neumatización, curvatura paradójica, bifurcación, trifurcación y la presencia de cornetes accesorios o secundarios. La concha bullosa (CB) es definida como la neumatización parcial o total de un cornete nasal (1.2), constituye la variación anatómica más común del complejo osteomeatal, usualmente afecta a los cornetes medios, seguidos por los cornetes superiores e inferiores (2,3). Se ha reportado una incidencia entre el 13 y 53% (4-6), siendo predominantemente bilateral (6). 

Aunque existe controversia en cuanto al mecanismo que produce la neumatización de los cornetes, se han propuestos dos teorías: la primera señala que la CB ocurre durante cambios compensatorios en el flujo de aire, causados por un desvío en el tabique nasal; la segunda sugiere que es generada por variaciones anatómicas individuales (1,2). 

Usualmente la CB es asintomática, pero puede resultar en complicaciones asociadas con su tamaño, presencia de infección y la disminución de la ventilación o el drenaje (4). Se ha relatado una relación entre la CB unilateral, el desvío del tabique nasal y la hipertrofia de los cornetes inferiores (5,6), lo que pudiera causar dificultad en la respiración nasal, por esta razón, la CB has sido asociada con crecimiento facial vertical, afectando la profundización del paladar duro y cefalea rinogénica (6). La presencia de una CB extensa que impide la ventilación y drenaje de la región osteomeatal puede conducir a una sinusitis (1). 

La CB ha sido clasificada en un plano coronal en tipo lamellar, la cual muestra neumatización de la porción vertical del cornete, o tipo bullosa o extensa, cuando dicha neumatización se produce en la porción inferior o en el cornete completo, respectivamente (7). Calvo-Henríquez et al. (6) propusieron una clasificación en el plano axial, la cual incluye seis categorías: Tipo 0: sin aireación; Tipo I: aeración del 1/3 anterior; Tipo III: aeración de 2/3 anteriores; Tipo III: aeración completa antero-posterior; Tipo IV: aeración de 2/3 posteriores; Tipo V: aeración de 1/3 posterior. 

La figura 1 ilustra un caso de CB bilateral de tipo “bullosa” en el plano coronal y tipo II en el axial (Lado derecho), se observa engrosamiento mucoso de ambos cornetes inferiores, a predominio del lado derecho, donde se evidencia la vía aérea disminuida.  En la a figura 2, la CB es unilateral izquierda, “extensa” en el plano coronal y Tipo III en el axial, nótese el desvío del tabique al lado contralateral y el engrosamiento mucoso de ambos cornetes inferiores con disminución de la vía aérea.

 

Figura 1. Vistas coronal (A) y axial (B) de Tomografía Computarizada de Haz Cónico. Se señala (Flechas blancas), la presencia de Concha Bullosa en ambos cornetes medios. Se evidencia engrosamiento mucoso (Flechas rojas) de los cornetes inferiores, a predominio del lado derecho, donde se observa disminución de la vía aérea. 


Figura 2. Vistas coronal (A) y axial (B) de Tomografía Computarizada de Haz Cónico. Se señala (Flechas blancas), la presencia de extensa Concha Bullosa en el cornete medio izquierdo. Se observa engrosamiento mucoso  (Flechas rojas) de ambos cornetes inferiores con disminución de la vía aérea. Tabique nasal con desvió a la derecha. 

La presencia de una CB puede ser constatada por medio del examen clínico, endoscopia y tomografía computarizada (2,3), en este sentido, la Tomografía Computarizada de Haz Cónico ha demostrado ser precisa en la evaluación de los tejidos duros y por ello útil en la valoración de la CB y la planificación quirúrgica del caso (1).  

Referencias

1. Tavora DM, Roque-Torres GD, Costa ED, Brasil DM, Oliveira ML. Incidental finding of bullous concha by cone beam computed tomography. Odvtos 2022;24(1):26-31.

2. Koo SK, Moon JS, Jung SH, Mun MJ. A case of bilateral inferior concha bullosa connecting to maxillary sinus. Braz J Otorhinolaryngol. 2018;84(4):526-28. 

3. Alkhaldi AS, Alhedaithy R, Alghonaim Y. Concha bullosa of the inferior turbinate: Report of two cases. Cureus 2021;13(6):e15479. DOI 10.7759/cureus.15479 

4. Koo SK, Kim JD, Moon JS, Jung SH, Lee SH. The incidence of concha bullosa, unusual anatomic variation and its relationship to nasal septal deviation: A retrospective radiologic study. Auris Nasus Larynx. 2017; 44(5):561-70.

5. Stallman JS, Lobo JN, Som PM. Incidence of concha bullosa and its relationship to nasal septum deviation and paranasal sinus disease. Am J Neuroradiol 2004; 25_ 1613-18. 

6. Calvo-Henríquez C, Mota-Rojas X, Ruano-Ravina A, Martínez-Capoccioni G, Lattomus K, Martin-Martin C. Concha bullosa. A radiological study and a new classification. Acta Otorrinolaringol Esp. 2018. https://doi.org/10.1016/j.otorri.2018.03.003 

7. Bolger WE, Butzin CA, Parsons DS. Paranasal sinus bony anatomic variations and mucosal abnormalities: CT analysis for endoscopic sinus surgery. Laryngoscope 1991;101:56-64.

Autores: 

Dra. Rosanna Landa de Bellera
Dra. Ana Isabel Ortega-Villalobos
Especialistas en Radiología Oral y Maxilofacial. CIDEM Imagenología. Valencia, Carabobo, Venezuela. 

lunes, 11 de abril de 2022

FRACTURA EN ÁNGULO DERECHO DE LA MANDÍBULA

 

Paciente masculino de 30 años de edad, quien fue referido al centro radiológico  para estudio mediante Tomografía Computarizada de Haz Cónico, (TCHC) por sospecha de fractura en ángulo mandibular derecho de acuerdo a radiografía panorámica previa, donde eran evidentes dos trazos radiolúcidos que se extendían desde el ángulo, hacia la zona del tercer molar (Figura 1). 


Figura 1. Radiografía panorámica en la que se evidencian dos trazos radiolúcidos que se extienden desde el ángulo de la mandíbula hacia la zona del tercer molar. 

Al examen por medio de TCHC, se observó en la reconstrucción panorámica, la presencia de un trazo  hipodenso en el ángulo mandibular derecho que comprometía  la cortical basal y se extendía  oblicuamente hacia la cresta alveolar en zona de la unidad dentaria 48, la cual no es evidente en el examen (Figura 2). En los cortes axiales (Figura 3) pudo constatarse el desplazamiento de los segmentos, mientras que los transaxiales (Figura 4) permitieron evidenciar el compromiso del canal mandibular y la discontinuidad de la cortical basal. Las reconstrucciones volumétricas en ·3D ilustran los hallazgos descritos en vistas laterales externa e interna y una vista inferosuperior donde se aprecia la fractura con desplazamiento (Figura 5). 


Figura 2. Reconstrucción panorámica de Tomografía Computarizada de Haz Cónico, donde se evidencia trazo de fractura que se extiende desde el ángulo de la mandíbula hacia la zona de la unidad dentaria 48. Se observa la discontinuidad de la cortical basal e interrupción del trayecto del canal mandibular (Flechas). 


Figura 3. Cortes axiales de Tomografía Computarizada de Haz Cónico, donde se evidencia el trazo de fractura con desplazamiento del los segmentos (Flechas).  


Figura 4. Cortes tranaxiales de Tomografía Computarizada de Haz Cónico, donde se observa el desplazamiento del los segmentos, el compromiso del canal mandibular y la basal mandibular en la zona retromolar (Flechas).  


Figura 5. Reconstrucciones volumétricas en 3D: a. Vista lateral externa, lateral interna  e infero-superior, que ilustran la fractura con desplazamiento en el ángulo de la mandíbula derecho.  

Comentarios

El término fractura es empleado para describir la pérdida de continuidad de un hueso (1). Las fracturas mandibulares constituyen alrededor del 40-62% de las fracturas de los huesos faciales; pueden ser clasificadas según la región anatómica comprometida en: sínfisis, parasínfisis, cuerpo, ángulo y rama, en esta última son subdivididas en fracturas del cóndilo y la apósfisis coronoides (1,2). De acuerdo a un orden decreciente, las fracturas mandibulares son más comunes en el cóndilo, cuerpo y ángulo, se observan menos frecuentemente en la región de la parasínfisis, la rama, apófisis coronoides y la cresta alveolar (2). 

Con relación a la edad, Natu et al. (1) reportaron que la incidencia de las fracturas mandibulares en su estudio aumentó con la edad desde los 0 a los 30 años, y después decreció progresivamente después de los 31 años de edad, esta incidencia fue alta entre los 21 y 30 años (28,8%), seguida por los 11-20 años (25,8%). Con respecto al sexo, los hombres mostraron predominio sobre las mujeres (81,8; 18,2% respectivamente), lo que fue atribuido a una mayor actividad física de los primeros. Las fracturas mandibulares fueron mayormente unilaterales (56,1%). 

La evaluación del trauma del esqueleto facial se basa en el examen clínico, seguido de un estudio radiográfico apropiado. La detección de las fracturas mandibulares depende de la posición de la línea de fractura, el grado de desplazamiento de los segmentos y el método imagenológico empleado. Por ello, el examen radiológico debe hacer énfasis en la valoración del curso de las líneas de fractura, las estructuras anatómicas involucradas y el número, tamaño y desplazamiento de los fragmentos fracturados. Las fracturas mandibulares pueden ser desafiantes de diagnosticar debido a la localización y características anatómicas de la mandíbula, de manera que algunas de ellas no son aparentes cuando el haz de rayos X no pasa por el plano de la fractura (3). 

Los signos radiográficos de una fractura mandibular incluyen la presencia de una línea radiolúcida, un cambio en el contorno o forma de la estructura anatómica, o bien un defecto en la cortical externa, con incremento de la densidad del hueso, lo que puede ser causado por la sobreposición de los fragmentos óseos (2). Las radiografías panorámicas han sido consideradas como el “gold standard” en la identificación de fracturas mandibulares (3), éstas y otras proyecciones convencionales como radiografías oclusales, vistas posteroanteriores, submentovertex y laterales oblicuas del cráneo, forman una línea base para la evaluación radiográfica de los pacientes con sospecha de fractura. Sin embargo, los estudios convencionales  muestran una proyección bidimensional de un objeto tridimensional, lo que implica sobreposición, borramiento y distorsión de las estructuras anatómicas (2), por lo que los estudios volumétricos como la TCHC, han venido siendo empleados con mayor frecuencia en la detección de las mismas (3), desde que proporcionan imágenes en los tres planos y reconstrucciones volumétricas en 3D sin las limitaciones  inherentes a una proyección radiográfica convencional (2).

En este sentido, Kaeppler et al. (4) indicaron que en el 63,2% de los sitios evaluados por medio de radiografías panorámicas y TCHC, la sospecha de fractura fue confirmada por medio de TCHC, asimismo, fracturas adicionales fueron identificadas en el 14,72% de los sitios y en el 9,5% de los casos hubo un cambio de plan de tratamiento. Los autores concluyeron que la TCHC aumenta la certeza del diagnóstico en un 90% aun cuando no se modificó la planificación terapéutica incial.  

Referencias 

(1) Natu SS, Pradhan H, Gupta H, Alam S, Gupta S, Pradhan R , et al. An Epidemiological Study on Pattern and Incidence of Mandibular Fractures. Plast Surg Int 2012. https://doi.org/10.1155/2012/834364

(2) Aydin U, Gomez O, Yildirim D. Cone-beam computed tomography imaging of dentoalveolar and mandibular fractures. Oral Radiol 2020; 36(3):217-24.

(3) Ersan N, Ilgüy M. Diagnosis of unusual mandibular split fracture with cone-beam computed tomography. J Oral Maxillofac Radiol 2015;3:67-9.

(4) Kaeppler G, Cornelius CP, Ehrenfeld M, Mast G. Diagnostic efficacy of cone-beam computed tomography for mandibular fractures. Oral Surg Oral Med Oral Pathol Oral Radiol 2013;116:98-104.